DIOS NO PERMITA

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DIOS NO PERMITA

Dios no permita que pierda el romanticismo, aun sabiendo que las rosas no hablan...

Que pierda el optimismo, aun sabiendo que el futuro que nos espera puede no ser tan alegre...

Que pierda la voluntad de vivir, aun sabiendo que la vida es, en muchos momentos, dolorosa...

Que pierda la voluntad de tener grandes amistades; aun sabiendo que, con las vueltas del mundo, ellas se van de nuestras vidas...

Que pierda la voluntad de ayudar a las personas, aun sabiendo que muchas de ellas son incapaces de ver, reconocer y retribuir, esta ayuda...

Que pierda el equilibrio, aun sabiendo que muchas fuerzas quieran que yo caiga...

Que pierda la voluntad de amar, aun sabiendo que la persona que yo más amo, pueda no sentir el mismo sentimiento por mí...

Que pierda la luz y el brillo en la mirada, aun sabiendo que muchas cosas que veré en el mundo, oscurecerán mis ojos...

Que pierda la garra, aun sabiendo que la derrota y la perdida son dos adversarios sumamente peligrosos...

Que pierda la razón, aun sabiendo que las tentaciones de la vida son muchas y deliciosas...

Que pierda el sentimiento de justicia, aun sabiendo que la perjudicada pueda ser yo...

Que pierda mi abrazo fuerte, aun sabiendo que un día mis brazos estarán débiles...

Que pierda la belleza y la alegría de ver, aun sabiendo que muchas lágrimas brotaran de mis ojos y correrán por mi alma...

Que pierda el amor por mi familia, aun sabiendo que ella muchas veces, me exigirá esfuerzos increíbles para mantener la armonía...

Que pierda la voluntad de donar este enorme amor que existe en mi corazón, aun sabiendo que muchas veces el será rechazado...

Que pierda la voluntad de ser grande, aun sabiendo que el mundo es pequeño...

Y encima de todo...

Que jamás me olvide que ¡Dios me ama infinitamente!

Que un pequeño grano de alegría y esperanza dentro de cada uno es capaz de cambiar y transformar cualquier cosa,

pues ¡la vida es construida en los sueños y realizada en el amor!

¿De qué nos sirve vivir, sino sabemos respirar?

¿De qué nos sirve sonar, sino somos capaces de hacer realidad nuestros sueños?